lunes, 16 de mayo de 2011

Introducción necesaria a un pasatiempo innecesario

Unas primeras líneas dirigidas a un imaginario son, sin temor a equivocarme, un reto enorme para cualquier escritor. Lo bueno de mi situación es que ni soy, ni pretendo ser un maestro de la palabra escrita, entre otras razones, porque creo que no son las palabras aquello de lo que el ser humano debería adueñarse, debería forjar su dominio en el campo de las ideas, de los ideales si se quiere.

Palabras, ¿quien no puede ser dueño de la palabra? Era dueño Uribe que prometió el fin de la violencia y la injusticia, y después de varios años de uso y abuso de poder, siguió pretendiendo comandar a través del discurso venenoso y cínico. Eran dueños los mil y tantos cabrones que le han prometido a este país de inagotabes esperanzas y perpetua ingenuidad, un mejor mañana. Eran dueños de la palabra esos comunistas, que pensaron que encadenando personas como animales iban a hacerle entender a una nación la "justicia" de su lucha. También lo eran aquellos sanguinarios de derecha, hijos de puta que llenaron de cadaveres los rios de Colombia.

Ha sido dueño el policia corrupto, el maestro mediocre, el sacerdote inmoral, el demagogo y el populista. Hemos sido dueños de la palabra todos, le tomamos sin respeto, si medida, sin prudencia. He sido dueño yo, para mi ventaja, para ganarle a aquel, para enamorar a aquella, ha sido dueño aquel fanfarron, ha sido dueña aquella mentirosa. En suma, la palabra ha sido la ramera de más de uno de nosotros. De ahí que poco me interese apropiarme de algo que es de todos. ¿Porqué escribir entonces?

En el colegio, recuerdo haber sido compañero de un genio de las letras. Mientras yo intentaba entender a Kaflka, él ya escribia obras de teatro. Si lees ahora mismo estas líneas, aprovecho para decirte que te considero un desgraciado con mucho talento. Y quiero aclarar lo de desgraciado, porque no me refiero a tu conducta ni personalidad, de las cuales tengo muy buenos recuerdos, me refiero a que de ordinario ser erúdito en algo, y más en la escritura, le implica al ser humano tener una enorme brecha con el resto del mundo, de ahí que encuentre tan extraordinarios caminos para lograr comuncarse con "los demás".
Es en este punto donde la pregunta encuentra su tenue respuesta, la razón de escribir es que en ocasiones nos es imposible mantenernos en contacto con el mundo que nos rodea, y es necesario como un parto por cesaria, encontrar otros caminos para dar luz a las ideas.

Pero hay una enorme diferencia entre ser señor de la palabra y asirse a ella para no hundirse en un oceano de ideas reprimidas. El primero encontrará las palabras de sobra para decir cosas que ni siquiera piensa ni siente; el segundo sentirá siempre que su producto es tartamudo, que es incapaz de expresar la totalidad de sus ideas.

En mi caso, debo confesar que habría querido que estas primeras líneas dijeran mucho más de lo que han dicho, pero que mas dá, la razón necesita desflorarse y no se logra en un intento. Para Uribe y los otros tantos políticos embusteros, para el escritor virtuoso, para los guerrilleros, para los paracos, para el policia, para el sacerdote, para aquel, para ella, para mi compañero, para usted, he aquí una introducción necesaria a este pasatiempo, con el que muchos logran conseguir el pan y por el que a otros tantos les han quitado la vida, pasatiempo con el que no espero ganar ni respeto, ni dinero, ni comida.